1 canción
He perdido mi cuerpo, pero mi respiración
es ligera
Canto Kadish no por la muerte, sino
por la vida, canto Kadish para vosotros,
aprendo nuevas palabras
probando la tierra con mis labios, porque
los labios no pertenecen al cuerpo, sino
a la lengua, que es santa tanto para las rápidas
aguas, como para los beduinos y para
mis seres queridos.
En un día nuevo no hay que recoger
piedras, sino celebrar esperanza.
Aquí estoy bailando al son
que otro toca y pienso
en vuestros nombres, que se aferran
en la lluvia ciega.
Acaricio cada una de vuestras
letras, para otro danzando,
y en mis sueños
lloro por la casa que
ya quedó abandonada y
en la que
respiraba infancia mía entre sésamo y
comino. Dulce es mi danza
y profunda mi memoria,
como la trompeta de Jericó. Canto
el Kadish por vosotros, no por
los nombres que ya han cumplido su parte en la montaña de fuego
pidiendo frotarse los pies y
emborracharse de la paz lechosa.
Ale ale oh, ale ale oh.
Dulce es mi danza y
dulce el sorbo
del nuevo día: piedra a
piedra se alzarán nuevas casas,
y entre ellas brotará
una brizna de hierba. Vuestros nombres
en mi corazón están tallados,
bailo en las espadas de la terquedad
animalesca, y vuestras voces
resuenan en las campanillas
de mi intrépido camino, el camino
hacia la felicidad desconocida. Los labios
de mi canción – las fauces de la montaña
de fuego – no pueden dar
un paso en falso.
Si os cansáis de recordar todos
vuestros nombres, selláis
en firmes pupilas aquello
que os gritaba al partir
la gaviota-madre.
Brazos y piernas sonrisas borradas y
lágrimas secas: no tenéis
cuerpo vosotros, pero la respiración es ligera.
Untad con miel los heridos
agravios, perdonad las deudas – os traerán
flores
en forma estrella y
una bolsa de granadas. Los labios
de mi canción son fauces de fuego,
la danza de mi memoria inquieta – un Kadish
por la vida, no por la muerte. Recibir es difícil,
dar fácil. Respirad
en calma, samuráis gloriosos. En paz
en mi no confiéis, es
la elección mía.
2 canción
Si no soy para mí, ¿quién
será para mí? Si soy para
los otros – no desapareceré
por mucho que pise la hierba, y no
sabré más
de lo que necesito. Por más que lave
con miel vuestras heridas,
mi corazón no recuerda
menos. Y ahora, sílaba-a-sílaba,
pedazo-a-esquirla cantad
conmigo: ciento setenta
y uno, ciento catorce
ciento cuatro-y-
diez, ciento setenta y una —
devolvedme, devolved cien
setenta
devolved uno
devolved, uno, una, a mi
una, a mí que soy cien, que soy ciento
setenta. Sin contar devolved,
devolvedlos a todos hasta el uno, hasta la una.
Estas letras dulces
disolvamos
en un té fuerte. El té fuerte no es
una despedida.
Y la danza no se cansará del cuerpo.
3 canción
Pedimos que termine la orilla, pero por pedir ya no nos queda
nada. Brillamos: un eco translúcido de la tierra negra.
Seguimos vuestros pasos, pisando bellotas, envidiamos
a las piedras que están sin moverse.
Las espinas de los castaños aferrarse intentan –
ni cuerpo ni lugar no tenemos.
Para que os améis finalmente unos
a otros, debemos partir, como
las alas de la mariposa que se congelan
sin darse la vuelta, porque ahora la hierba
más las necesita.
4 canción
Es una petición, un
número, una
orden
No hay nada para que los ojos miren, y el arroz
pegajoso no ha sido comido por nadie, no hay a quién regañar ni
a quién dar gracias,
que duerman dulcemente –
trabajaron mucho, larga es la vida
del dibujante, cien años doscientos años
lugar
no tenemos.
Para que no anden juntos dos tiempos,
para que uno salga y el otro entre, es
una petición, una orden, las primeras palabras
en el diccionario de una nueva lengua:
A- Abraham
A- Astruga
B- Bonafilla
D-Dolsa
I- Iosif
L- La joven casada
M- Miriam
R- Rahel
R- Ruben
S- Salomó
S- Samuel